Huesos sin sepultura

 

Los incendios que en España forman parte del verano, tanto como el gazpacho, el picadillo o el calimocho, queman la carne de mi carne y el hueso de mis huesos, dejando huellas imborrables por más que en apariencia desaparezcan en unas decenas de años, pues si consideramos la microfauna,l as micorrizas o a las poblaciones de distintas especies con un pool genético exclusivo  que desaparecen para siempre, cada uno de estos ecosistemas desaparecen para siempre. Es cierto que el turista percibe que el “BOSQUE” con mayúsculas, es decir, solo en apariencia se recupera, aunque falten elementos imprescindibles para la salud del ecosistema, pero no son elementos que a los gestores les importe que se conforman con la asistencia del popular ecoturismo de rafting, puenting o vete tú a saber que otro –ing.

 

Al principio queda el terreno desnudo, todo piel y hueso, expuesto a una intensa erosión que lava el terreno, siendo los incendios causados por personas de carne y hueso, no por fantasmas ambientales. Los troncos muertos quedan con sus huesos mondos y lirondos y no encuentran sepultura

 

A otro perro con ese hueso, España tiene capacidad y posibilidad para que los incendios no sean más que sucesos aislados, pero lo que falta es intención para que eso sea así, y por los huesos de mi padre y por los siglos de mi madre seguiremos asistiendo cada verano a este lamentable y evitable espectáculo

 

País en el que para recorrerlo  es suficiente salvoconducto de huesos de jamón y bota grande de vino

 

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