Mundos distintos convergentes

 

Manjares de las dehesas, bien de alcornoque o encina, las bellotas aún verdes, son despensa de puercos que ansiosos esperan la montanera, siendo su perdición hartarse de este fruto que les engorda y les acerca a su patíbulo, mientras nosotros los vemos felices y despreocupados, no sabiendo porque lo pasamos tan mal si por un puñado de bellotas pasaríamos días comiendo, habiéndolas por el suelo tiradas.

Me entristece y preocupa como la seca se extiende, y en pocos meses mata encinas y alcornoques gordos y sanos, pajeando las hojas. Las prácticas abusivas, poco respetuosas con la dehesa pasan factura irreparable, secando los campos. Son las dehesas de suelos raquíticos, semidesérticos, que engañan a los observador, creyéndolos fértiles, y en los que todo su esplendor se encuentra en las quercíneas que nos muestra.

Son las encinas y alcornoques la gallina de los huevos de oro, no en suelo que éstas mantienen y enriquecen, fertilizándolo generosamente a la vez que bombean agua y sales del profundo suelo.

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